Tu primer sueldo

Es increíble la falta de información — y por ende la ignorancia – con la que afrontamos nuestros primeros pasos asumiendo responsabilidades financieras propias.

Luego de culminar los estudios y calificar a nuestro primer empleo, entramos a una jungla financiera de la cual generalmente no hemos visto ni un bejuco.

Por supuesto que si nuestra especialidad es Economía, Finanzas o algo relacionado, tendremos mucha ventaja, pero no es así para el resto de los mortales.

Educación financiera, fundamental para la vida

Desde la educación primaria deberían existir algunas materias sobre el tema –aunque fuesen opcionales– que nos vayan poniendo en contacto con las realidades económicas y financieras que nos rodean, ya que es un hecho cierto que nos tocará enfrentarlas.

¿Qué es el dinero? ¿Cuál es su diferencia con la riqueza? ¿Cómo sacarle mejor provecho? ¿Qué estrategias puedo aplicar para enrumbarme hacia una estabilidad económica? Son preguntas de las cuales muchas veces no tenemos ni una pista de sus respuestas cuando ingresamos al mercado laboral.

Sin importar la carrera que hagamos, es imprescindible tener ciertos conceptos claros para no naufragar, económicamente hablando, cuando sea menester tomar el timón de nuestros ingresos.

¿Por dónde empezar?

Primero y principal, hay que crear el hábito del ahorro. Ajustarnos a vivir con el 80 % de los ingresos. Adecuar el presupuesto a esta premisa es indispensable para iniciar nuestro tránsito por un sendero libre de tropiezos financieros.

El capital que se logre producto de esta disciplina en el ahorro será invaluable en el momento oportuno, cuando estemos al frente de una inversión atractiva que ponga a producir nuestro dinero. Contar con los recursos necesarios para aprovecharla será la recompensa a nuestra perseverancia.

Es por ello que debemos reservar las ansias de solicitar préstamos solo para inversión productiva. Generalmente en estos primeros años tenemos menos responsabilidades de carácter económico que atender, por lo que es el momento de aprovechar la máxima capacidad de ahorro.

Los créditos son un estupendo recurso para apalancarnos, siempre y cuando se justifiquen. Si el monto del préstamo se destinará para adquirir activos, es decir, elementos que nos generen dividendos, siempre estará justificado.

Ahorro hoy, victoria mañana

Un presupuesto que abarque el 80 % de nuestros ingresos tampoco será motivo para vivir en privación, mientras se procura un capital que, al cabo de tres años aproximadamente, nos permita hacer las primeras inversiones.

Una opción para poner a producir nuestros ahorros efectivamente mientras llega el momento de involucrarnos en inversiones de mayor envergadura, es colocar a plazos el 20 % que dedicamos al ahorro. De esta forma evitamos tentaciones que nos desvíen de nuestro propósito, obteniendo a la vez mayores rendimientos.

Si acaso, por alguna eventualidad, se requiere puntualmente de un dinero adicional, siempre tendremos la opción de solicitar ese tipo de préstamos al instante que algunas entidades crediticias ofrecen y que son de muy fácil tramitación.

En estos primeros años de actividad económica lo recomendable es tener en mente dos cosas: hacer inversiones inteligentes de activos que nos reporten ingresos residuales, es decir, que no requieran de nuestra presencia para generarse, y hacer crecer el patrimonio de manera sostenida.

En ese sentido es prudente la contratación de pólizas que aseguren los activos que van sustanciando nuestro patrimonio, así como un adecuado seguro de salud que evite cualquier descalabro de nuestro piso económico.

Viendo a futuro

Si más adelante formamos familia, esta responsabilidad de garantizar nuestro patrimonio es más apremiante, ya que este será el legado económico que dejaremos a nuestros hijos en el futuro.

De manera que a estas alturas es importante plantearnos adquirir una póliza de vida universal que cumple un doble propósito: proveer los ingresos necesarios para cumplir con la educación de los pequeños y cubrir los impuestos de sucesión si acaso nos toca partir prematuramente, y de no ser así, acumular recursos para un plan de retiro vitalicio a largo plazo.

Todo lo que pueda postergarse, para ser cubierto a posteriori con dividendos, ingresos residuales o rentas programadas, debe considerarse no prioritario.

Planificación vs. caprichos

Generalmente al inicio de nuestra etapa productiva tenemos la tendencia a gastar impulsivamente en cosas a veces superfluas que no siempre tienen sentido. Las compras dedicadas a nuestro ropero pueden ser caprichosas e innecesarias.

Si bien es cierto que esta nueva etapa de la vida requiere en muchos casos un cambio radical de “look”, si planificamos lo que vamos a requerir, por ejemplo, el primer año, entonces podremos buscar opciones que estén a nuestro alcance, así como aprovechar ofertas de temporada.

Otro tema que normalmente consideramos apenas iniciamos nuestra vida económica activa es solicitar un crédito para adquirir un coche. En la visión tradicional de estado financiero, un coche representa un activo, pero en el enfoque más moderno y orientado a lograr una eventual libertad financiera, más bien es un pasivo.

Endeudarse inteligentemente

Un coche es un pasivo porque no nos produce dividendos; al contrario, nos demanda recursos para su mantenimiento. Si acaso nuestra profesión u oficio requiere de un coche ya sería otro cantar, y hasta incluso se justificaría si está asociado a la posibilidad de ser más productivo.

Por ejemplo, si nuestro trabajo está relacionado a las ventas y requiere de movilizarnos constantemente para cumplir nuestras metas y así alcanzar mejores retribuciones, entonces plantearse adquirir un coche en las primeras de cambio tiene sentido.

Sin embargo en la mayoría de los casos hay que pensar bien esa decisión de comprometerse en un préstamo que puede ser de mediano plazo, cuando apenas estamos empezando a percibir ingresos e incluso no tenemos una garantía de una estabilidad laboral.

Visión económica clara

Es por ello que es importante no tomar decisiones apresuradas que signifiquen comprometer buena parte de nuestro presupuesto mensual por un tiempo prolongado, invirtiendo en un pasivo que, además, pueda exigir recursos a corto plazo.

Incorporarse a la vida económica activa es un gran momento en nuestras vidas que debemos apreciar. Y la mejor manera de valorar nuestros primeros ingresos es familiarizarse con los fundamentos económicos mínimos, aplicando el menos común de todos los sentidos: el sentido común.

Indispensable será la visión que tengamos del dinero y el plan a grandes rasgos que desarrollemos en los primeros años. Luego tendremos el camino despejado para proyectarnos con un estatus financiero favorable, que a largo plazo nos permita una independencia económica.